30 may 2011

Antiguos Rollos Manuscritos (Dunhuang, China)

Durante el primer milenio, el predominio del budismo en Oriente fomentó la pasión hacia los manuscritos y una creciente industria editorial. En el año 1900 un monje descubrió por casualidad la única biblioteca budista existente en una cueva en Dunhuang, una importante ciudad comercial situada estratégicamente donde la Ruta de la Seda al oeste de China se ramificaba para sortear el Desierto de Taklamakan. Se descubrieron miles de antiguos documentos de todo tipo (fue, de lejos, el descubrimiento más importante de esta clase hasta la fecha), y estos manuscritos se convirtieron en la base del Proyecto Internacional Dunhuang, que intenta digitalizar y analizar todo el material. Susan Whitfield, de la Biblioteca Británica, comparte este descubrimiento con nosotros.

Este frontispicio finamente impreso de una escritura budista es anterior a Gutenberg por seis siglos, y representa la madurez de la industria de la impresión en la China imperial. Como el más antiguo documento impreso en el mundo, tiene un valor histórico incalculable, pero es apenas uno en un conjunto de 40.000 manuscritos y documentos que datan del primer milenio, cuyo descubrimiento ha cambiado nuestra comprensión de la antigua Asia Central y China.

Alguna vez debió haber habido cientos de miles de documentos religiosos y seculares en las varias ciudades a lo largo de las ocupadas rutas comerciales conocidas ahora como la Ruta de la Seda, aunque, salvo unos pocos, inevitablemente muchísimos se perdieron durante el pasado milenio. Por alguna razón –que no conocemos- una gran cantidad de estos documentos fueron colocados cuidadosamente dentro de una cueva budista cerca de la ciudad de Dunhuang (actualmente en la provincia de Gansu, en la China occidental). La cueva fue descubierta por casualidad en el año 1900, con su preciosa reserva intacta, preservada por el seco aire del desierto.

Este complejo de cuevas fue hecho por el hombre, monjes budistas y creyentes laicos, a partir de mediados del siglo IV, excavando cuevas en el borrascoso acantilado para la meditación, la vivienda y como capillas. Las paredes y los techos de yeso de la capilla en la cueva estaban completamente cubiertos con murales budistas y decorados con estatuas estucadas, también pintadas. En su apogeo de la segunda parte del primer milenio había más de mil cuevas en tres y a veces cuatro estratos a lo largo de un kilómetro por la pared del acantilado.


Esta no fue la única institución budista en las cercanías. Los documentos mencionan más de una docena de monasterios y conventos en Dunhuang, y todos habrían tenido bibliotecas de textos sagrados. Algunos de los documentos contienen sellos de bibliotecas monacales. Había además una biblioteca vinculada con la administración secular de la ciudad y, cuando el control pasó de los chinos a los tibetanos a mediados del siglo VIII y los suministros de papel provenientes de la China central se acabaron, los escribas utilizaron el dorso de obsoletos documentos chinos para escribir sus textos budistas.


Los chinos recuperaron el control un siglo después, y el obispo budista local encargó una gran cueva al pie de los acantilados. Tras su muerte, se excavó una pequeña cueva y se la dedicó como capilla conmemorativa.


No sabemos las razones de los eventos que siguieron, pero, poco tiempo después, la estatua del obispo fue sacada de la capilla conmemorativa y la cueva fue llenada desde el piso hasta el techo con documentos en forma de rollos, tal vez copias de una ex biblioteca, junto con finas pinturas, sedas y cáñamo. A principios del segundo milenio, la entrada de la capilla fue revocada y pintada de nuevo.


La actividad en el sitio de la cueva continuó por un par de siglos más, pero la biblioteca no fue alterada. Los mongoles tomaron el control de la región en el siglo XIII, y los emperadores de la dinastía china Ming en 1372 decidieron retirar sus guarniciones de las regiones occidentales. El sitio de la cueva cayó en la ruina, y la Ruta de la Seda, a lo largo de la cual el tráfico no era solamente de objetos sino también de personas y, con ellas, de ideas (culturas, religiones, tecnologías y artes) perdió su papel como la principal arteria del próspero mundo económico.


La cueva fue descubierta por casualidad por un monje que se había establecido en Dunhuang en la década de 1890. Estaba decidido a restaurar los murales, y en junio de 1900, en el transcurso de su trabajo, descubrió una puerta oculta. Muy pronto distribuyó varias de las más finas pinturas y manuscritos a los funcionarios locales, con la esperanza de asegurarse en financiamiento del gobierno para su trabajo. Estos fondos nunca llegaron, y cuando una serie de arqueólogos extranjeros comenzaron a llegar, entregó una gran cantidad de documentos a cambio de fondos para la restauración.

En aquella época la Ruta de la Seda estaba dominada por la cultura islámica. Un estudioso chino planteó la hipótesis de que fue el avance de los ejércitos musulmanes por Khotan, el reino vecino de Dunhuang al oeste, lo que llevó a los monjes budistas locales a ocultar sus textos sagrados en la cueva. Pero mientras que el segundo milenio fue islámico, el primer milenio fue el apogeo del budismo en la región, y esto está reflejado en los documentos, la gran mayoría de los cuales son textos budistas.




Por supuesto, el Budismo era sólo una de las religiones de la Ruta de la Seda. El judaísmo, el cristianismo nestoriano, el zoroastrismo y el maniqueísmo, todos llegaron con los viajeros provenientes de Persia, mientras que las religiones locales incluían formas de chamanismo. Pero el Budismo era predominante, alcanzando a todos los niveles de la sociedad, e impregnando la vida diaria de la población de Dunhuang y otras ciudades de la Ruta de la Seda.


El Budismo trajo a la conciencia china la idea del infierno, y la muerte de un ser querido, naturalmente, se volvió una ocasión inevitable de convertirse al Budismo. Un popular texto budista nos dice cómo, cuando una persona fallece, se entrevista con diez reyes del inframundo para revisar su comportamiento durante su vida. Los reyes juzgan si debe ser enviado al infierno o en qué nivel de ser debe nacer de nuevo. Varios de los textos de Dunhuang son copias de esta escritura, y están dedicados por los dolidos deudos a sus parientes fallecidos, en la esperanza de que el mérito acumulado por la copia del texto los ayude a aliviar el sendero de sus familiares a través del inframundo. (1)


Una de las figuras más populares en el Budismo chino era el bodhisattva Guanyin (“el que escucha los gritos del mundo”). Un bodisattva es una persona que ha llegado al borde de la salvación budista, o nirvana, pero que retrasa su entrada en este estado para ayudar a otros seres que sufren a alcanzarlo. Como su nombre lo indica, Guanyin se destacaba por ayudar a aquellos necesitados o en peligro que llamaran su nombre. El Sutra de Guanyin (del que hay varios cientos de copias en la colección de Dunhuang) narra estos peligros y a menudo están ilustrados, como se muestra en la siguiente imagen.


Los manuscritos de Dunhuan también proporcionan evidencias acerca del apoyo imperial para con el Budismo. Entre los textos, hay algunos que han sido copiados por escribas en la capital de China. Contienen largas notas, y al final dan los nombres y rangos de los escribas originales, el tintorero (los manuscritos budistas por lo general estaban coloreados en amarillo con una tinta extraída del árbol de corcho Amur –Phellodendron amurense-, que tiene agua y propiedades como repelente de insectos), los varios editores del texto, y el editor general. Están hechos de fino papel de cáñamo amarillo, enrollado alrededor de rodillos de madera con incrustaciones de madreperla y atados con cintas de seda de colores. Siguen siendo objetos bellísimos, y en general están en perfectas condiciones.


                                                                      Continuará


Nota de la traductora:

(1) Con respecto a la obtención de méritos mediante la copia manuscrita de textos sagrados, les recuerdo que el mismo tema aparece en el Codex Gigas (ver sección en este mismo blog).




Traducido de:

Ancient Buddhist Scrolls at the Dunhuang Cave / Susan Whitfield. The British Library.

Para ver el art. original: Fathom.com