26 abr 2010

Bibliotecarios en la Iglesias Latina y Griega




1. El bibliotecario en la Iglesia romana

Antiguamente, en la Iglesia latina, el cargo de bibliotecario significaba una dignidad, al estilo del “cartofilacio” de la Iglesia griega, que reunía caracteres de secretario y canciller.


Casi siempre este cargo iba unido a las más altas dignidades, por lo que se otorgaba a los abades o sacerdotes de “incorruptible virtud”.
Por ejemplo, los bibliotecarios del Vaticano alcanzaron tanta importancia y dignidad, que los mismísimos obispos se sentían honrados si se les otorgaba ese empleo. Por otra parte, los Papas les confiaban, además, la tarea de anotar y expedir las actas pontificas: de manera tal que así llegaron a los puestos más altos dentro de las cortes papales.


Pero sin embargo, sus atribuciones y preeminencias nunca superaron a las del “cartofilacio” griego.


2. Cartofilacio


El “cartophilax” representaba a una de las más elevadas dignidades dentro de la Iglesia de Constantinopla. Se encargaba de redactar las sentencias de los Patriarcas, ponerles el sello, conocía todas las cuestiones en materia eclesiástica, y por lo general daba el visto bueno a los que debían ser promovidos a obispados, abadías, órdenes, etc.


Era una jerarquía parecida a la de los bibliotecarios de la Iglesia romana, pero en este caso disfrutaba de mayores prerrogativas. Como institución es antiquísima: ya aparece en los cánones del primer Concilio de Nicea.


El bibliotecario Atanasio nos describe los poderes del cartofilacio:


“Cartophilax interpretatur chartarum custos. Fungitur eodem officio cartophilax apud Ecclesiam Constantinopolitanam quo bibliothecarius apud Romanos, indutus videlicet infulis ecclesiasticorum ministrorum, et agens eclesiástica prorsus cuncta obsequia, exceptis illis solis quae ad sacerdotale specialiter ac proprie per tinere probantur officium. Sine illo proetera nullus proesulum, aut clericorum a foris veniens, in conspectum patriarchae missa recipitur nisi forte a coeteris patriarchis mittatur: nullus ad proesulatum vel alterius ordinis clericorum, sive ad proeposituram monasteriorum provehitur, nisi iste hunc approbet, et commendet, atque de illo ipse patriarchae, suggerat, et ipse praesentatet”.


El “cartophilax” era puesto en funciones en una ceremonia en la que se le entregaba una llave (la entrega de llaves tiene un significado muy importante, que voy a comentar otro día). Tenía la custodia de los sellos patriarcales, y de hecho llevaba siempre en el pecho el sello propio del Patriarca. Solía montar un mulo cubierto con una manta blanca, y llevaba una mitra y un anillo de oro.


En cuanto a sus funciones eclesiásticas, el cartofilacio era la mano derecha, el vicario, del Patriarca, y siempre precedía a los obispos en las asambleas eclesiásticas (menos en los concilios).


El “Epítome de los cánones de Harmenopoule” nos dice que estas atribuciones del cartofilacio provenían de una antiquísima costumbre refrendada por el Emperador Miguel:


“Soli cartulario concessum est ex longa consuetudine, et ex scripta Michaelis imperatoris, ut in exteris synodis etiam ante Pontifices sedeat”.


A raíz del abuso en la exigencia de precedencia por sobre los obispos, algunos concilios limitaron sus atribuciones, y dicha precedencia sólo se concedió en el caso de los sínodos, en donde asistían en nombre del Patriarca.


Este cargo conservó su tremenda importancia durante muchos siglos. En el sínodo de Ninfea (Bitinia), donde trataron infructuosamente de unir a los griegos con los latinos, el “Cartophilax sanctissimae magnae Dei Ecclesiae Constantinopoleos” sólo firmó en nombre de los Patriarcas de Constantinopla y Antioquía, como los demás obispos presentes, la “Professio fidei circa materiam in qua conficiendum erat Sacramentum altaris”.


3. Cartulario


Al cartofilacio también se lo conoce como “cartulario”, especialmente entre los romanos: frecuentemente el cargo de cartulario iba unido al del bibliotecario de la Santa Sede, y los Papas solían enviarlos como embajadores a las provincias, para determinadas cuestiones.


San Gregorio envía a África a uno de sus cartularios. En una carta dirigida al Obispo de Numidia (destino de la embajada) dice:


“Si qua damnatorum, vel privatorum negatiorum versatur intentio hanc tua fraternitas cum proedicto cartulario nostro privata cognitione perquirat, et inter utramque partem justitia procedente definiat”.


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Bibliografía


Diccionario de ciencias eclesiásticas: teología y moral… / por los señores Dr. D. Niceto Alonso Pruio, Dr. D. Juan Perez Angulo et. al. —Barcelona: Librería de Subirana Hermanos, Editores, 1883-1890 (tomo II)


Imagen: San Atanasio y San Cirilo